Comentario
La inesperada crisis de Gobierno de febrero de 1957, considerada como una verdadera crisis de Estado por los derrotados falangistas, trajo consigo una profunda remodelación de la clase política del régimen de Franco. No sólo cambiaron doce de los dieciocho ministros, sino que las salidas de Girón o Martín Artajo y la marginación de Arrese pusieron fin a toda una época. Aparentemente, el tradicional juego de contrapesos entre las familias políticas siguió funcionando pero, en realidad, la mayoría de los nuevos ministros tenía un perfil sobre todo franquista. En otras palabras, nuevos ministros tan significados como José Solís, Fernando Castiella o Mariano Navarro Rubio tenían unas experiencias políticas complejas que hacían difícil su encasillamiento en una única familia política tradicional del franquismo. Por ejemplo, el nuevo ministro del Movimiento, delegado de Sindicatos desde 1951, era sobre todo un jurídico militar, de familia terrateniente, falangista sólo desde la guerra civil. El caso de Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda, cabeza del Plan de Estabilización de 1959 y adscrito al llamado sector tecnócrata, es otro ejemplo de pertenencia matizada a una de las familias franquistas tradicionales. Miembro de Acción Católica y jurídico militar, terminó iniciando su carrera profesional en el seno de los Sindicatos del Movimiento. Navarro Rubio fue director de la Escuela Sindical y procurador desde 1948, desempeñando una vicesecretaría de la OSE. Entusiasta de la teoría de la participación social, de tinte socialcristiano, Navarro defendió públicamente tras su salida del Gobierno en 1965 la idea de un cierto pluralismo político. Por lo que se refiere a otros ministros importantes como Fernando Castiella o Manuel Fraga, desde 1962, tenemos itinerarios políticos cuyos meandros también dificultan el encasillamiento dentro de familias políticas como la monárquica, la nacional-católica, la tradicionalista o la falangista.